17 de marzo de 2025

Ecuador en la encrucijada. Dos proyectos opuestos se enfrentan en el balotaje

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Por Gonzalo Armua

Las elecciones en Ecuador dejaron en claro que el país atraviesa una crisis política profunda, con un pueblo dividido entre la esperanza de reconstrucción y la desesperación que siembran los que, con sus promesas de orden, solo han profundizado la miseria. La inestabilidad política, la crisis económica y el aumento de la violencia han sido el telón de fondo de esta contienda electoral. La primera vuelta dejó en evidencia el enorme peso que puede tener el movimiento indígena y popular en la definición del futuro político del país y Revolución Ciudadana, con Luisa González a la cabeza, recuperó fuerza y se convirtió en la única alternativa viable para sacar a Ecuador del laberinto de ajuste y violencia.

Con el 98% de las actas escrutadas, los resultados presidenciales fueron los siguientes: Daniel Noboa (Acción Democrática Nacional – ADN) obtuvo un 44,17% de los votos, mientras que Luisa González (Revolución Ciudadana – RC) alcanzó el 43,94%, quedando en un virtual empate técnico y asegurando una segunda vuelta. Leonidas Iza, líder del movimiento Pachakutik, obtuvo un 5,26% de los votos, consolidándose como un actor clave en el escenario político. Con estos resultados ninguna de las fuerzas logró una mayoría absoluta en la Asamblea Nacional. ADN obtuvo 66 escaños, mientras que la RC consiguió 64, con este panorama resulta fundamental la necesidad de acuerdos políticos y negociaciones constantes para garantizar la gobernabilidad del país.

El actual presidente y candidato, Daniel Noboa, buscó presentarse como el artífice del orden. Su discurso sobre la importancia de las políticas de seguridad encubre una gestión autoritaria, incapaz de resolver los problemas estructurales del país. Y esto se expresó en las urnas: logró llegar a la segunda vuelta, pero su desempeño estuvo muy por debajo de las expectativas que tenía su gobierno, la prensa aliada y el poder económico. La crisis energética, la escalada de violencia y la falta de respuestas concretas a las necesidades populares han mostrado que Noboa es apenas una continuidad del modelo neoliberal que hundió a Ecuador en esta situación.

Pero si hay algo que descolocó a las élites es la remontada de Luisa González. Nadie esperaba que la Revolución Ciudadana lograra estos números después de la persecución feroz de los últimos años contra militantes, dirigentes y, el expresidente, Rafael Correa. La candidatura de González representa la posibilidad de recuperar el camino de la soberanía política y económica con un proyecto de país que vuelva a poner en el centro el trabajo, la educación y la salud.

Sin embargo, más allá de los números electorales, hay un actor fundamental que hoy puede inclinar la balanza y decidir el destino de Ecuador: el movimiento indígena y su referente más importante, Leonidas Iza. Con el 5,26% de los votos en la primera vuelta, se convierten en la llave de la segunda vuelta. No es solo una cuestión aritmética; su influencia en la política ecuatoriana es decisiva porque Pachakutik representa una corriente histórica de lucha y resistencia, con raíces profundas en los sectores rurales del país. El dilema que enfrenta el movimiento indígena es el mismo que en muchas ocasiones ha atravesado a los sectores populares en América Latina: ¿qué hacer cuando no se está en la disputa por el poder, pero se tiene la fuerza suficiente para definir su rumbo? Hay dos caminos. Uno es la neutralidad, que en este caso favorece a Noboa y al modelo neoliberal. El otro es el compromiso con un proyecto que, con sus contradicciones, ha demostrado tener base popular y un horizonte de transformación. En este escenario, la Revolución Ciudadana debe comprender, si quiere consolidar una alternativa de poder real, que debe hacer concesiones para que el movimiento indígena se integre a su proyecto.

La segunda vuelta es una encrucijada histórica. Si Noboa gana, el Ecuador que se viene será aún más represivo, más violento y más dependiente de los intereses extranjeros. Será un Ecuador entregado al FMI, donde los movimientos sociales serán perseguidos y donde el ajuste caerá, como siempre, sobre los que menos tienen. Si González logra construir una alianza con Iza y con los sectores más postergados, hay una posibilidad real de revertir este proceso y abrir una etapa de reconstrucción nacional.

Leonidas Iza tiene hoy en sus manos una oportunidad histórica. Puede convertirse en el líder que encamine al movimiento indígena a jugar un rol central en el proceso de recuperación de un gobierno popular o puede quedar atrapado en el aislamiento que buscan imponerle desde el poder. La Revolución Ciudadana, por su parte, debe abrir las puertas al diálogo y al reconocimiento de los reclamos legítimos de los pueblos originarios.

La Revolución Ciudadana y el movimiento indígena tienen diferencias históricas, algunas de ellas profundas. Pero en este momento, la urgencia es otra. No se trata solo de una disputa electoral. Se trata de impedir que Ecuador caiga en un modelo de represión y exclusión aún más brutal del que ya está viviendo. Se trata de construir un país donde las mayorías populares tengan un lugar en la toma de decisiones y no sean meros espectadores de su propio destino. En el balotaje del próximo 13 de abril Ecuador se juega el destino de los próximos años.

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