¿No son 30 mil?

Por Daniel Grey
I
¿Cómo calificaríamos a un gobierno que cuestionara la cifra de 6 millones de judíos asesinados en los campos de exterminio, víctimas del nazismo genocida? Imaginemos que alguien reclamara que se compruebe la exactitud de esa cifra respecto de la cantidad de asesinados. Que se reclame los nombres, edades, lugares de asesinato, testigos, familiares que declaren esas muertes. Nadie dudaría en calificar a ese gobierno como pronazi y negacionista del holocausto.
La cifra de 6 millones es incuestionable porque no se trata de una cifra de comprobación numérica, evidentemente la maquinaria asesina del nazismo no se detuvo cuando llegó a la cifra de 6 millones de asesinatos. Como si esa cifra fuera un logro más de la deshumanización de su política de exterminio. Algo así como si la jerarquía nazi estuviera satisfecha en su sed de muerte y dijera: “llegamos a los 6 millones, podemos parar acá”. Por el contrario, esta cifra nos da la dimensión de la tragedia, del horror, del genocidio que sufrió el pueblo judío. Tragedia que todavía hoy afecta a este pueblo y a la política mundial. Tan importante y fundamental es esta cifra que alcanza con decir “6 millones” para saber de qué estamos hablando.
Algo similar sucede con la cifra de 30 mil desaparecidos, víctimas de la dictadura cívico militar genocida. No se trata de la exactitud del número, sino de la dimensión de la catástrofe que vivió la sociedad argentina. Esa cifra no es un número que reclama exactitud como prueba de verdad, sino que nos muestra que la dictadura tuvo un plan programado y sistemático de asesinato de opositores, pero que también se eliminaron personas por conveniencias personales, económicas o simple venganza. Esta cifra nos recuerda que la dictadura asesinó e hizo desaparecer los cuerpos, que tiró personas vivas al mar para que murieran ahogadas, que torturó con picanas eléctricas y con violencia física, que robó niños y los dio en adopción, que hubo violaciones y esclavitud sexual, que robaron propiedades de las víctimas y que miles de personas tuvieron escapar al exilio. La lista de atrocidades puede seguir porque cada vida sacrificada en este genocidio es una evidencia del atroz sufrimiento humano que provocó la dictadura.
Cuando el gobierno de Javier Milei, sus políticos, sus periodistas, sus twitteros. influencers y sus seguidores en redes sociales atacan a la cifra de 30 mil por inexacta, no están buscando esclarecer la verdad de los hechos durante la dictadura sino justificarla. Atacar a la cifra es desmerecer la dimensión del horror irracional que vivió Argentina. El argumento de que en Argentina hubo una guerra forma parte de esta estrategia de justificación de la masacre. En Argentina no hubo una guerra porque no hubo ejércitos enfrentados, no hubo territorios en disputa, no hubo batallas, no hubo rendición, no hubo acuerdo de paz. No hubo ningún elemento con el que pudiéramos admitir que hubo una guerra. Lo que hubo fue la ejecución de un plan de sistemático de secuestros, torturas y asesinatos.
II
El domingo 24 de marzo el gobierno presentó un video documental en el que se describe su posición sobre el Día de la Memoria. La filmación consiste en las declaraciones de Juan Bautista Yofre, ex titular de la SIDE y embajador en Panamá y Portugal durante el gobierno de Carlos Menem, el guerrillero arrepentido Luis Labraña, y María Fernanda Viola, hermana de María Cristina Viola, e hija del capitán Viola, ambos asesinados por un grupo guerrillero en Tucumán. Es una filmación apresurada y berreta, con una edición chapucera, sin guión, sin orden cronológico, sin material de archivo ni información histórica. Este pastiche documental fue filmado por Santiago Oría, “documentalista personal” Javier Milei. Oría, como tantos integrantes de este gobierno, tuvo la suerte de su vida y pasó a ser una figura relevante de la cultura oficial de este gobierno. Un director de documentales de dudosa calidad que llega al lugar privilegiado de ser el responsable de la filmación con la que el gobierno se expresa sobre esta fecha histórica. Pero a pesar de haber sido uno de los beneficiados por el balotaje de diciembre el director no logra plasmar con eficacia la infantil idea de Javier Milei de que los liberales son superiores al socialismo “no solo en lo productivo, somos superiores en lo moral, y además somos superiores en lo estético”. Por el contrario, en este documental no se encuentran rasgos de calidad estética, ni de honestidad moral.
III
La posición del gobierno consiste en justificar el golpe de estado de 1976 porque el conflicto armado había escalado a un nivel tal que hacía inviable la vida en sociedad sin eliminar al enemigo subversivo. Esta es la tradicional posición de los participantes y defensores de la dictadura militar. En el documental no aparecen las palabras “golpe de estado”, “dictadura”, “tortura”, “desaparecidos”, “campos de concentración”. El gobierno a través del documental argumenta que hay una historia no contada: la de las víctimas del terrorismo. Y se reclama que estas víctimas reciban un justo resarcimiento. Que la cifra de desaparecidos es falsa y que las organizaciones y las personas que defienden y defendieron los derechos humanos en Argentina solamente lo hicieron por conveniencia económica o política.
Este gobierno y sus seguidores olvidan, con persistencia, que las acciones de las fuerzas armadas fueron realizadas en nombre del estado argentino. Mientras que los militantes de las organizaciones insurgentes cometieron delitos y por esos delitos debían ser juzgados. Lo que sucedió fue que las fuerzas armadas atraparon personas y en lugar de entregarlas a la justicia cumplieron el plan de tortura y exterminio que se había organizado y planificado por las principales autoridades militares que eran, a la vez, las máximas autoridades del país. Y esta diferencia es fundamental para poder entender lo que pasó. Los militantes de las organizaciones político-militares cometieron delitos graves y los autores de estos delitos no fueron juzgados, sino que fueron torturados y asesinados por fuera de la ley, y esto lo hicieron las fuerzas armadas argentinas y grupos paramilitares bajo el paraguas de protección del estado nacional. Pero también secuestraron discrecionalmente a quienes quisieron y su suerte quedaba en manos de sus captores.
Cómo se denomina esta planificación y aplicación de la tortura y la muerte llevada adelante por la dictadura militar: TERRORISMO DE ESTADO. Cuando el gobierno habla de terroristas, hacen muy bien, los militares involucrados en la represión ilegal fueron eso: terroristas.
Epílogo
El martes pasado, en el Foro Económico Internacional de las Américas, el presidente afirmó con certeza de sabio: “Lamentablemente en Argentina la educación pública, porque toda es pública (sic) –puede ser de gestión privada o estatal–, ha hecho mucho daño lavando el cerebro de la gente y llevando a la lectura de autores que han sido verdaderamente nefastos para la historia de la humanidad y en especial para Argentina”. Milei volvía con esta cita a uno de los tópicos de la dictadura militar y su propaganda. En un spot publicitario de la dictadura un estudiante llegaba a la facultad de derecho (como símbolo de toda la universidad) y otro estudiante le entregaba un panfleto político. El primer estudiante lo miraba, arrugaba el panfleto en su mano, lo tiraba y mirando a cámara decía “yo vengo a estudiar”. Milei comparte con la dictadura genocida la infantil idea de que el verdadero conocimiento está envasado al vacío, a resguardo de las ideologías, como un puro resultado del método científico. Cómo si una cirugía se pudiera hacer aislada de las políticas públicas en salud que permiten que haya hospitales, quirófanos adecuados, se paguen los sueldos de los médicos, y que también se organicen los servicios de la medicina privada, se puedan cubrir los gastos de los pacientes. Como si el conocimiento de Heisenberg no hubiera estado condicionado por sus ideas al momento de participar, y muy posiblemente, sabotear el proyecto de la bomba atómica nazi. Pero lo peor es que en su arrogante ignorancia Milei desconoce que le debemos la creación de la educación pública al más importante liberal del siglo XIX: Domingo Faustino Sarmiento.
La barbarie de la dictadura, como la barbarie de Milei, odian la educación pública porque fue ahí donde Argentina preparó a sus ciudadanos y ciudadanas para que sean dignos de derechos políticos, y pudieran disfrutar y transmitir los beneficios del conocimiento, las ideas y la justicia. Tal vez el recorrido que va del documental sobre el 24 de marzo al discurso de Milei frente al Foro Económico Internacional de las Américas se pueda entender como una actualización del antiguo antagonismo que asoló a la Argentina durante el siglo XIX y que Mieli, a oscuras, lo vuelve a traer al presente: Civilización o Barbarie.