30 de abril de 2025

¿Y ahora qué pasa, eh?

Violadores

Devaneos de un punk rocker elegido presidente

Por Daniel Gray

I

En estos días lluviosos y aciagos, con la ciudad de Buenos Aires saliendo de la inundación, mientras los porteños descubren que se pueden inundar como cualquier pueblo de provincia, Javier Milei, el profeta del odio, está paseando por Roma. Mientras crece la recesión económica y comienza a dejar su tendal de desocupados Javier Milei se abraza al Papa con una sonrisa de hijo pródigo. Mientras las focas adiestradas, de Agustín Romo a Lucas Llach, llenan las redes sociales de insultos y amenazas a cualquiera que no se arrodille para lamer los zapatos de taco de Karina Milei, su hermano, Javier Milei, se pone traje y escucha al Santo Padre sin entender que está frente al hombre que más sabe de política en el universo. Mientras todo esto pasa el fantasma de la violencia se agita en la sociedad argentina. Violencia institucional por parte del gobierno nacional que no acepta dialogar con nadie que plantee críticas razonables a sus medidas de gobierno espasmódicas. Un gobierno de un infantilismo aterrador que cuando la ley de bases y bla se cayó en el Congreso argumentó que sabían que esto iba a pasar y lo hacían para descubrir a los traidores. Algo así como la fábula de Esopo de “están verdes las uvas”, el gobierno anunció con carita de berrinche “ahora que la ley no sale en el congreso en realidad no me interesa.” Pero, a la vez, en un acto de histeria se puso a denunciar por su vocero y por sus focas a los “traidores” que habían votado negativamente y a los gobernadores de las provincias que no adherían a la ley. Si había algún puente para dialogar con la oposición el gobierno se encargó de dinamitarlo. Y estos insultos llegaron a artistas populares como Lali o Dillom. Nadie puede decir ninguna crítica contra Milei y su gobierno sin que caigan sobre esa persona miles de insultos y amenazas por las redes sociales y los medios de comunicación oficialistas, que tienen en La Nación+ su nave insignia. Los libertarios tienen una extraña forma de defender la libertad de expresión

II

En la política argentina siempre hubo quienes decían exabruptos, pero era una anécdota, habitualmente seguida por el pedido de disculpas. Durante los gobiernos kirchneristas los niveles de violencia verbal, pero también algunas acciones, fueron subiendo su intensidad, la grieta finalmente era eso, dos sectores enfrentados que veían en el otro al enemigo y eso les permitía ser violentos. Con Macri y Fernández la grieta se mantuvo, pero durante la pandemia apareció una nueva vertiente: los grupos que se manifestaban por redes y en marchas contra el encierro obligatorio. Sobre todo, eran grupos jóvenes con una presencia cada vez mayor en redes. A ese grupo creciente de jóvenes violentas la ideología libertaria le vino como anillo al dedo para justificar sus odios y frustraciones. Y, el personaje de Javier Milei, con sus pelos largos y despeinados, sus enojos furibundos y desequilibrados (al nivel de amenazar de muerte a Sol Pérez), sus insultos, sus gritos y sus ojos inyectados en sangre era la figura perfecta para representar a estos jóvenes enojados que se iban politizando con la utopía anarco-capitalista que odiaba el estado que los había encerrado durante dos años. 

III

Ahora Milei es el presidente del gobierno y lo que era excepción ahora es una regla del nuevo gobierno: atacar con insultos y mentiras a cualquiera que haga una crítica o se oponga a las políticas gubernamentales. Pero esto supera todo límite cuando el gobierno nacional se enfrenta con las provincias y lleva el conflicto al punto de poner en peligro los acuerdos que constituyen el estado nación. Milei borra la distancia entre su responsabilidad institucional y los mensajes amenazantes y patoteros de sus seguidores en las redes. Toma esos mensajes como propios y los repite para que luego sus periodistas en los medios masivos lo informen al resto de la sociedad. Entonces estos mensajes violentos se replican y se potencian geométricamente. Estos ataques tienen su respuesta en redes y también en artistas y periodistas que a su vez tienen respuestas y ataques de los militantes libertarios. Argentina está entrando en una espiral ascendente de insultos y ataques, donde oficialistas y opositores se descalifican mutuamente. Así estamos ahora, en una confusión de venganzas (donde ningún tema se cierra), de violencia sin ideas, con puros slogans ideológicos, con tensiones graves del sistema democrático, con fracciones y divisiones en los distintos espacios políticos. Nadie se detiene a pensar y presentarle proyectos viables que incluyan a toda la sociedad. Estamos llegando demasiado rápido a una posible disgregación social y nacional. Donde unos y otros se miran y se preguntan lo mismo que Los Violadores se preguntaban en 1985 cuando la primavera alfonsinista se terminaba: “¿Y ahora qué pasa, eh?”

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