17 de marzo de 2025

Explicitar la propuesta de futuro

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Por Eduardo Valdés

Foto: Juan Gentile

En las últimas semanas, pasado el shock inicial de las PASO, advierto una creciente y saludable reacción del peronismo, tanto de sus dirigentes y candidatos como de sus militantes. Por un lado, de manera espontánea, silvestre, retomando nuestra mejor tradición histórica, la sociedad se organiza para discutir: los empresarios nacionales convocan a sus trabajadores, las comunidades educativas se reúnen en las escuelas y así sucesivamente.

En esos encuentros surgen las mismas preguntas y discusiones: ¿hay que hablar de Milei o no? ¿hay que advertir el peligro que representa su candidatura?¿Y ahora qué hacemos? En lo personal, y esta opinión está basada en análisis y comparaciones, entiendo que advertir -lo que la militancia se impuso a sí misma como tarea-, es necesario pero tal vez no suficiente. Veamos.

Ataca al papa Francisco y a la doctrina social de la iglesia, ataca la educación pública, ataca todo lo que nuestra sociedad considera sagrado hace años. Y, aun así, su porcentaje de intención de voto se mantiene. ¿Por qué? Ocurre que Milei, nos guste o no, propone un futuro. Uno lo escucha y casi puede verlo, palparlo. Es distópico, apocalíptico, caótico, incluye venta de bebés y de órganos, pero es claro.

A la advertencia de todo lo que podríamos perder -la democracia, la libertad, la vida, nuestra y de nuestros seres queridos-, debemos agregar nuestra propia propuesta y visión de futuro. Algo así intuye Axel, cuando nos invita a “componer una nueva música”. Algo así presiente Sergio Massa, cuando piensa en modificar o directamente eliminar el impuesto a las ganancias del salario. Sin explosiones ni motosierras, pero debe ser tan visible y palpable como la de nuestro antagonista.

En tiempos de smartphones y redes sociales, la gente consume novedades, tiene avidez por probar lo que aún no conoce y la política no escapa de esta lógica. El fenómeno se profundizó en esta década, pero no es nuevo.

Hace casi medio siglo, cuando Perón ganó por tercera vez la presidencia, no hizo campaña prometiendo reeditar la Fundación Eva Perón ni el IAPI. Sintonizó con las necesidades de aquel presente y de su futuro inmediato. Ofreció paz -”para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”- y señaló un camino, el “Modelo Argentino para el Proyecto Nacional”. ¿Habrá que buscar inspiración ahí? ¿Por qué no?

El acierto electoral de Milei consiste en ofrecer un cauce al enojo, que es la emoción dominante en muchos sectores de la sociedad, tras tantos años de deterioro del nivel de ingresos y la calidad de vida. Todos sabemos lo que es un ataque de ira, un rapto de furia: suben las pulsaciones, se nubla la razón, se puede hacer o decir cualquier barbaridad. Luego hay que cargar con las consecuencias de ese minuto fatídico.

No se trata sólo de advertir a los compatriotas desencantados. Hay que contenerlos, hay que mirarlos a los ojos. Si realmente quieren seguir enojados, por el camino de Milei tendrán muchos motivos, tantos que no vale la pena enumerarlos. Destruirán la casa común y se enojarán más por no tenerla.

Pero si en cambio están enojados por la estabilidad y el bienestar que perdieron y quieren recuperar, el camino es otro. Es el gasoducto, es el litio, son los BRICS, es la universidad pública accesible, el YTec de YPF, las computadoras provistas por el Estado. Todos esos elementos deben articularse en un relato que le ofrezca un sentido, un proyecto de vida a nuestros pibes que hoy sufren cierto vacío y desazón.

Será trabajoso, gradual, pero al fin será. Se tarda más en construir que en destruir. Además, destruye cualquiera. Para construir, hay que saber cómo. Y los peronistas sabemos.

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