30 de abril de 2025

Cancilleria: un trompo que gira al ritmo del norte

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La expusión del gobierno de Diana Mondino no soprendió a nadie. Desde el comienzo demostró su incapacidad para ejercer el cargo, la ex canciller soportó con estoicismo los destratos y humillaciones de Javier Milei y de otros dirigentes del gobierno. Pero el motivo por el que fue eyectada del Ministerio de Relaciones Exteriores, el voto favorable a Cuba en el conflicto por el bloqueo estadounidense, pone en evidencia la incapacidad del gobierno de tener políticas guiadas por la razón de estado. Ante todo el mundo Milei demostró que el gobierno y sus funcionarios tienen que tener una sola virtud: obedecer sus caprichos.  Gonzalo Armúa analiza con rigurosidad esta situación y las graves consecuencias de tener una política exterior dependiente de Estados Unidos.

Gonzalo Armúa

El despido de Diana Mondino y la auditoría ideológica ordenada por  Javier Milei al Ministerio de Relaciones Exteriores revelan la profunda subordinación de la política exterior argentina a la política sobreideologizada y cipaya del presidente Milei. Más que una simple rotación de funcionarios, este cambio refleja una inclinación a priorizar las agendas de potencias extranjeras en detrimento de los principios históricos de autodeterminación y soberanía que han guiado la diplomacia argentina. Esta decisión, pone serias dudas sobre el rumbo y la imagen que  nuestro país proyecta hacia el resto del mundo. Nadie respeta a los arrastrados.

La política exterior argentina, históricamente se enmarcó en la defensa de la autodeterminación de los pueblos y la doctrina Drago, la cual fue  formulada en 1902 por el canciller argentino Luis María Drago. Esta establece que ningún país extranjero tiene el derecho de intervenir militarmente en otro para cobrar deudas contraídas por este último. Este principio surgió como respuesta a las agresiones de potencias europeas hacia Venezuela, que entonces enfrentaba los reclamos sobre el pago de deuda de varios países europeos. La doctrina Drago representa un hito en la defensa de la soberanía latinoamericana, al rechazar la intervención foránea en asuntos internos y las políticas de injerencia económica bajo el pretexto de cobro de deudas. Esta postura argentina, que luego inspiró la Doctrina Calvo y otras posiciones en el derecho internacional, ha sido un pilar en la política exterior argentina y latinoamericana en defensa de la autodeterminación, evitando la subordinación a las presiones de potencias extranjeras. La reciente votación en la ONU contra el embargo estadounidense a Cuba es una manifestación de esta tradición de defensa de la soberanía latinoamericana.

En la última Asamblea General de la ONU del miercoles 30 de octubre, 187 países apoyaron la resolución para levantar el embargo, condenando así las sanciones unilaterales de Estados Unidos. Solo dos países, Estados Unidos e Israel, votaron en contra. Moldavia se abstuvo, destacando el aislamiento de esta política en la comunidad internacional. El embargo a Cuba, vigente por más de seis décadas, ha tenido efectos devastadores en la economía y en las condiciones de vida del pueblo cubano. Argentina, junto con otros países, argumenta que el embargo es una medida unilateral que limita el acceso de Cuba a alimentos, medicinas y suministros médicos esenciales. Además, la ley Helms-Burton, que refuerza el embargo con disposiciones extraterritoriales, amenaza a las relaciones comerciales de Estados Unidos con terceros países, ya que sanciona a las empresas extranjeras que operen en Cuba. Desde el punto de vista del derecho internacional, esta política es una violación de los principios de igualdad soberana y de no injerencia en asuntos internos, consagrados en la Carta de las Naciones Unidas. Para Argentina y muchos otros países, el embargo se percibe como una herramienta de presión política que no ha logrado sus objetivos y que, en cambio, ha intensificado las dificultades del pueblo cubano, siendo una política anacrónica y contraproducente.

Mondino, de banquera a canciller

Diana Mondino,ha tenido una carrera marcada tanto por su participación en el sector financiero como por sus vínculos con grandes empresas y bancos. Durante la década del 90, en pleno auge de las privatizaciones del menemismo, ocupó cargos en distintas instituciones financieras que se beneficiaron de la desregulación y de la venta de activos públicos. Eugenio Isaac Pendás, esposo de Diana Mondino, desempeñó roles significativos en el mundo financiero durante la década de los ‘90. En 1993, fue designado Superintendente de Entidades Financieras y Cambiarias del Banco Central de la República Argentina. Durante su gestión, se produjo la quiebra del Banco Integrado Departamental (BID), una de las mayores estafas bancarias en la historia argentina, que afectó a más de 21.000 ahorristas y generó pérdidas cercanas a los mil millones de dólares. La calificadora de riesgo Risk Analysis, fundada por Diana Mondino, otorgó una calificación favorable al BID antes de su colapso, lo que facilitó la absorción de depósitos y la posterior estafa.

Con una fortuna construida en gran parte a través de estos manejos y de los de su esposo, Mondino se consolidó como una figura influyente en los círculos de poder económico, lo que le permitió transitar hacia la política con un respaldo significativo de sectores empresariales que vieron en su gestión una garantía de sus intereses.

La gestión de Mondino en cancillería se caracterizó por la falta de profesionalismo, las contradicciones y de constante acomodación a los dictados estadounidenses y expuso la falta de claridad de la Cancillería en su relación con los actores internacionales. Su incapacidad para sostener una postura coherente no solo generó tensiones con socios estratégicos como China, sino que también reflejó una desorganización interna que la dejó atrapada entre múltiples demandas externas. La votación en la ONU fue una muestra de esa contradicción: Mondino intentó seguir la histórica condena al embargo a Cuba. Pero no consultó a su jefa directa, Karina Milei que representa la ideología gubernamental de un anticomunismo anacrónico y de alianza sin matices con Estados Unidos e Israel.

Auditoría autorita-libertaria

El anuncio por parte del gobierno de una auditoría para identificar “agendas enemigas de la libertad” representa un ataque directo a los principios de autodeterminación y plantea un giro hacia el control ideológico en la diplomacia. Algo no solo tragicómico sino tambien ineficaz. Al avanzar hacia una «purga ideológica» en el cuerpo diplomático, el gobierno de Milei abraza prácticas de la Guerra Fría de forma fastamagórica que solo generarán la perdida de cuadros diplomaticos con años de experiencia y el freno de cualquier política estartegica para constituirse en una “secretaria de internacionales partidista”.

La reciente designación de Gerardo Werthein (que ha pasado por abrazar con el mismo fervor distintas banderas partidarias) como nuevo canciller profundiza este camino de dependencia. Empresario con fuertes vínculos corporativos y una estrecha relación con Estados Unidos, Werthein personifica un modelo de diplomacia que antepone agendas empresariales y extranjeras a los intereses nacionales. Su papel no se limita solo a la Cancillería: Werthein financió el reciente viaje de Milei a Estados Unidos, que incluyó los costos del vuelo privado y una cena exclusiva en la que Milei se reunió con figuras influyentes, como el expresidente Bill Clinton. Este respaldo financiero refuerza los cuestionamientos sobre la creciente influencia de intereses empresariales en la política exterior argentina y genera dudas sobre si la Cancillería estará realmente al servicio de la soberanía nacional o responderá a los intereses privados y extranjeros que Werthein representa.

La subordinación ideológica hacia Washington no solo compromete la independencia diplomática de Argentina, sino que también limita su rol en la defensa de la soberanía y los derechos de los pueblos de América Latina. En lugar de fortalecer los vínculos con la región y promover una integración basada en el respeto mutuo, el gobierno de Milei parece decidido a subordinarse a las potencias extranjeras, relegando a la Argentina a un papel secundario en la región. En un contexto global cada vez más multipolar, una política exterior tan alineada debilita a la nación y a la región en su conjunto, negando la oportunidad de forjar alianzas autónomas y desarrollar políticas de crecimiento soberano. “La verdadera política, la única política, es la política exterior» sostuvo Peron con claridad estratégica. Estamos viviendo la tragedia de esa sentencia. Por eso es crucial defender la capacidad de nuestra nación para determinar su propio rumbo, libre de injerencias ideológicas o económicas. La doctrina Drago y el principio de autodeterminación son esenciales en la política exterior argentina, y cualquier desvío hacia la subordinación o el control ideológico debilita tanto a la Argentina como a América Latina en su conjunto.

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