Postales de la fragmentación

Como en un juego de T.E.G., Argentina es un país en disputa. Los movimientos políticos son los ejércitos que llevan adelante sus tácticas y estrategas de guerra, con la geopolítica como telón de fondo. Enrique Arriaga nos describe el mapa de situación en un país cada vez más fragmentad, confuso y de destino incierto.
Enrique Arriaga
Campamento violeta. La secretaria general de la presidencia, Karina Milei, autopercibida como armadora política, convoca a un acto en Tucumán. No es con Bussi, el hijo del genocida, aliado originario de su fuerza en el jardín de la república, no es sin Bussi tampoco. Es, directamente, contra Bussi.
La convocatoria es paupérrima. La cobertura es con planos cortos para disimular el fiasco, pero algunos presentes filtran fotos del salón más vacío que lleno. Bussi festeja. No le será tan fácil a la hermana reemplazar aliados por propios. Los (al menos hasta ayer) aliados también juegan. Es el caso de la vicepresidenta, Victoria Villarruel, que ya puso a calentar el motor de la ambulancia.
Campamento amarillo (o lo que queda de él). Macri, desde Córdoba, donde se siente local, agrandado por sus recientes, aunque modestos, éxitos en la política de colocación de funcionarios, dice lo que realmente piensa de Milei: “una psicología muy especial” y “él, su hermana y cuatro perros”, entre otras linduras, “poder delegado en Santiago Caputo”.
Acto seguido, los gobernadores Frigerio, Poggi, Orrego y Torres concurren a una reunión con el presidente, supuestamente para garantizarse cierto trato preferencial en el presupuesto 2025. Se habla de vaguedades, como suele hacer Milei, los visitantes vuelven con las manos vacías y se sacan una foto con Macri para recordarle al gobierno cuánto necesita sus votos en diputados.
El campamento boina blanca, fiel a su tradición, se rompió primero, a la vista de todos y sin ambigüedades ni eufemismos. Ya no hay un bloque de treinta y cuatro a las órdenes de De Loredo sino uno oficialista de veintidós y otro díscolo de doce, que conduce Facundo Manes, en alianza con Evolución, de Yacobiti y Lousteau.
La gota que rebalsó el vaso fue la presencia de De Loredo en la mesa de coordinación parlamentaria de los lunes, entre el gobierno y sus aliados, dato que explica la sostenida negativa del cordobés a sancionar a los cinco radicales con peluca. Los doce apóstoles ya coquetean con Larreta, con Pichetto, con Monzó y con la Coalición Cívica, ¿el “nuevo centro”?
Todo es inestable, endeble, volátil. “Hoy una promesa, mañana una traición”, decía el tango, hace ya un siglo o casi. A casi un año de la victoria de Milei en balotaje, la bomba que detonó el sistema político argentino, los fragmentos siguen en movimiento.
Teatro Argentino de La Plata, aniversario del nacimiento de Abuelas de Plaza de Mayo. Estela, un cuadro político, logra sentar a su lado al gobernador Kicillof y a la dos veces presidenta. Los medios oficialistas, con mandato de salar las heridas, ponen el acento en la frialdad reinante entre ambos.
Vaya noticia, que dos que se cruzaron públicamente menos de una semana atrás se muestren distantes. El dato es que acudieron. En el caso del gobernador, recorrió más de 200 kilómetros por tierra y en plena tormenta, para evitar un desplante que sólo escalaría el conflicto.
Prácticamente todo lo ocurrido en el peronismo en estos días invita a pensar en eso: en dos sectores que aspiran a mantener el conflicto en niveles tolerables, que no hagan imposible la convivencia el día después. Madurez, instinto de conservación, lectura de la coyuntura, ojalá sea todo eso junto y más también.
Ocurre que el topo sigue actuando de acuerdo a su confesión. La política de destrucción del estado por dentro ahora amenaza a la AFIP. La supuesta reducción del gasto es, en realidad, fulbito para la tribuna propia.
Los motivos reales son favorecer a los grandes evasores, destruir capacidades del sector público, cuya reconstrucción puede tardar décadas y, al convertir un ente autárquico en dependencia gubernamental, dotar al ejecutivo de una nueva herramienta de persecución política.
Todo esto conforma un buen incentivo para mantener la unidad, justo cuando la política se ha convertido en un juego parecido a ver quién aguanta más, ya no sin sacar la cabeza del agua, sino sin sacar los pies del plato.