La infancia es la patria. Sobre Belfast de Kennet Branagh

Daniel Gray
Cada tanto Netflix nos da buenas noticias para escaparle a esta realidad de telenovela mexicana a la que los políticos argentinos, con metódico esfuerzo, nos obligan a vivir. La buena noticia es que la plataforma acaba de subir Belfast (2022), de Kennet Branagh.
La película comienza con imágenes del puerto de Belfast y después una serie de lugares icónicos de la ciudad como el Castillo de Belfast, los astilleros Harland and Wolff donde se construyó el Titanic, la escultura Eco, a las afueras de la Biblioteca McClay en la Queen´s University y la hermosa escultura de la mujer volando que está frente al museo del Titanic. Imágenes luminosas de hermosos colores que nos muestran una ciudad moderna pero que también tiene un importante pasado que aún vive en sus edificios y monumentos históricos. La música de fondo es “Down to Joy” del grandioso Van Morrison (nota mental: escuchar Van Morrison). Hasta que la cámara se detiene en un mural, uno de los tantos murales que en los barrios católicos recuerdan las luchas del IRA y del Sinn Fein. El mural en tonos oscuros es de un grupo de hombres trabajadores, con sus barbas y sus boinas de ocho gajos, de rostros cansados y con marcas y curaciones de peleas recientes. Son hombres duros, serios y de combate. La cámara se eleva sobre ese mural y pasa al blanco y negro para encontrarse con un barrio de la clase trabajadora el 15 de agosto de 1969. Es verano y el barrio está tranquilo, los vecinos se saludan y está todo en paz. Pero de pronto una marcha de activistas protestantes pasa por esa calle. Hay fuego, piedras y violencia contra los católicos y sus casas. Quieren que se vayan de Irlanda. Los católicos responden y se desata una batalla campal. Se trata de la marcha de protestantes unionistas que iba de Belfast a Derry y que al pasar por el barrio católico de Bogside se enfrentaron con los nacionalistas católicos. Los disturbios, que duraron varios días, sólo se calmaron cuando las tropas británicas se desplegaron en Derry. Fue en esos días que comenzaron “the troubles”, la elegante forma en que se nombró el conflicto armado entre nacionalistas católicos y unionistas protestantes que duró 30 años y desangró a Irlanda del Norte.
La violencia política es el telón de fondo de Belfast que cuenta la historia de Buddy, un chico de nueve años, y su familia de clase trabajadora, sus padres y sus abuelos. El padre trabaja en Inglaterra y vuelve a Belfast cada quince días, la madre se ocupa de la casa y la crianza de Buddy. Los abuelos participan de esa crianza y cuidan a Buddy que crece rodeado de una familia que lo ama y un barrio que lo cuida. Cuando estalla el conflicto Buddy camina hacia el mundo que se descubre ante él con muchos interrogantes y muchas experiencias que lo van a ir formando. ¿Cuáles son los nombres católicos y cuáles los protestantes?, ¿cómo acercarme a la chica que me gusta?, los consejos del abuelo, la ironía, el miedo, la muerte, el dolor, las peleas entre mamá y papá por las deudas, porque la plata no alcanza para ganar el alquiler. Pero también Buddy va a conocer el amor por su ciudad que es su pueblo, sus canciones, el amor incondicional de su familia, el valor del pub, la cerveza Guinness y los amigos. El pequeño Buddy va a ir creciendo como un chico de la clase trabajadora. Aunque tratemos de evitarlos y continuar la vida como si nada pasara los conflictos sociales, nos incluyen y nos llegan. Aunque se pongan barricadas, aunque haya guardias, serenos, policía y militares. La familia de Buddy trata de acostumbrarse a la nueva normalidad de la violencia, las restricciones horarias, el peligro a la vuelta de la esquina, la policía y el ejército formando parte del paisaje y las noticias de mudanzas, exilios, heridos, muertos. Pero cada vez que el padre vuelve a Belfast la situación está peor y más difícil. Para todos, en cada aspecto de la vida.
La gran duda que recorre toda la película es si hay que irse o quedarse. La madre es la resistencia por sostener el mundo cotidiano, los encuentros familiares, las charlas con los vecinos, el té de la tarde. El padre es el esfuerzo por tratar de enfocarse en construir un futuro mejor, aunque eso implique dejar la vida conocida, porque finalmente la vida está en el futuro.
Cuando los padres le proponen la posibilidad de mudarse a Inglaterra el pequeño Buddy grita desesperado: “¡No quiero dejar Belfast!”. Y en ese chico desesperado vemos al pequeño Keneth Brannagh gritándonos a todos nosotros en la cara que él nunca dejó Belfast. Que 50 años después tiene que volver a su ciudad para contarnos su historia, el amor por su ciudad y su patria irlandesa. Porque él no quiere “hablar raro”, quiere hablar con su acento, su cadencia, su ritmo. Esos gritos nos recuerdan a todos que este señor multipremiado, conocido mundialmente por sus trabajos como director y actor en cine y teatro sigue siendo un chico de la clase trabajadora irlandesa. Que sabe lo que se sufre cuando su nación y su pueblo se divide y no logra un destino común. Porque sabe de violencia, de muertos y de exilios. Cuando recibió el Oscar 2022 al mejor guión original Branagh afirmó: “Esta historia es la búsqueda de la alegría y la esperanza frente a la violencia y la pérdida” (…) “Nunca olvidaremos a todos los que hemos perdido en la desgarradora y conmovedora historia humana de esa increíble ciudad de Belfast, en la fabulosa isla de Irlanda”.
Belfast es una película imprescindible. Para que no olvidemos nuestros orígenes, nuestra historia, quiénes son nuestros héroes, nuestras luchas y nuestras derrotas. Porque la infancia es la patria y si olvidamos de dónde venimos es muy difícil saber hacia donde vamos. Como personas, como pueblo y como nación.