30 de abril de 2025

¿Hacia una nueva pax massista?

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“¿Por qué Macri coquetea con Milei en plena campaña? ¿Por qué le tira tantos centros?”, se preguntan al aire muchos colegas, como si no supieran la respuesta. Es la misma razón por la que Horacio Rodríguez Larreta observa el hundimiento del barco JxC desde la primera fila, balde de pochoclo en mano.

Lo hace porque puede. Porque ya se jugaron su suerte. Uno logró sus dos objetivos -bloquear a Larreta y conservar el poder en la ciudad-, el otro tiene las manos vacías. Los que no lo hacen, es porque tienen su destino atado a esa boleta.

La candidatura de Bulrich, en la mesa de arena de cada uno de ellos, lo sepa ella o no, ya cumplió el objetivo con el que fue diseñada. La semana que termina, la del entretiempo entre debates, fue la más difícil hasta acá para el tándem Bullrich- Grindetti, tanto por los dardos envenenados de su jefe político como por los malos momentos que pasó en el Coloquio de IDEA. Pero hay motivos para esperar que la que viene sea un poco peor.  

El debate mostró a los tres principales candidatos actuando lo que expresan las encuestas: Massa y Milei eligiéndose mutuamente como antagonistas, esperando el mano a mano de noviembre, como si la próxima elección fuera una molestia inevitable, un guanteo para entrar en calor, y Bullrich, con pocos recursos discursivos, buscando en vano una puerta o ventana por la cual meterse en una discusión a la que no la invitan. 

El gasto, el esfuerzo final, en política como en el fútbol o el boxeo, lo tiene que hacer el que va perdiendo, el que está abajo en las tarjetas. Pero el domingo pasado, de la galera de Bullrich no salió ningún conejo, sus mangas no contenían ases. Eso consolidó el ánimo derrotista en sus filas y la búsqueda de botes y opciones. ¿Es posible que cambien las cosas en el siguiente debate? Posible si, claro. Probable, no. Por eso se agotaron las tijeras en todas las librerías y papelerías de La Plata, Tres de Febrero y Lanús, por mencionar sólo algunos de los distritos más grandes de la provincia de Buenos Aires. 

El lunes 23 se harán explícitos movimientos que hasta ahora ocurren de manera subterránea y que derivarán -no es joda porque hay muchos asados apostados sobre este issue-, en la fractura expuesta de JxC. Después de ocho años de relativa estabilidad, se modifica el panorama político nacional, con sus respectivas consecuencias provinciales y locales. El fenómeno es la contracara de las encuestas que muestran a Massa recortando diferencias con Milei, tanto ahora como en noviembre.

¡Es la realpolitik, estúpido!

“Los radicales no vamos a votar a Milei”, dijo bien clarito Emiliano Yacobiti, que se cansó de que Macri le falte el respeto a la UCR. Pronto tendrá la ocasión de cobrarle las ofensas. Hay muchos otros correligionarios que no se expresan todavía, porque tienen sus candidatos en las listas legislativas que van pegadas a las de Bullrich, pero resuelto eso, no tendrán ninguna duda. 

Son los gobernadores electos no peronistas -San Luis, Santa Fe, Mendoza, San Juan, Chaco-, que tienen asegurado su lugar pero no su futuro. No es lo mismo para ellos ser gobernador en una presidencia Massa que en una de Milei. No es lo mismo un presidente que promete combatir el 40% de informalidad en la economía y aumentar las exportaciones -música para los oídos de los mandamases provinciales-, que uno que promete terminar con… la coparticipación. 

En política, nadie se suicida. Ni Pullaro, aunque haya anunciado que lo haría. Ocurre que los malestares que terminan en Plaza de Mayo, como el de 2001, antes de llegar ahí arrasan con todo, empezando por los proyectos de poder locales y provinciales. 

No tiene mucho sentido medir la intención de voto en balotaje cuando aún no pasaron las generales.  Porque allí tallaran otros aspectos, sobre todo a la hora de determinar comportamientos a nivel de superestructura. Los que tengan instinto de conservación votarán a Massa, buscarán acuerdos y moverán lo que tengan para empujarlo hasta la Casa Rosada. 

La escena ocurrió en la Sociedad Rural de un pueblo chico de la llanura bonaerense. Dos pequeños productores tomaban mate y discutían opciones electorales. Hasta que uno, insospechado de peronista, golpeó la mesa. “Milei, Milei… Dentro de unos años va a venir otra sequía, por la cagada esta del cambio climático. Si nos agarra dolarizados, ¿a quién le vas a pedir ayuda? ¿a Estados Unidos? ¿Al fondo monetario? Yo no soy peronista, pero tampoco como vidrio”.

En síntesis, la elección de noviembre, todo indica, será como la de Brasil hace un año: entre democracia y autoritarismo, entre la unidad del sistema político y el salto al vacío. Y Massa, hasta sus rivales lo reconocen, va de menos a más.

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