Hay algo intuitivo en la liviandad

Por Daniel Gray
Verónica Intile es una artista total. Escribe, dirige y actúa. Es la profesora Vicky en la película “El sueño de Emma”, acaba de ganar el premio a mejor actuación femenina en el BAFICI y actúa en “Fausto y lo femenino eterno” en la sala Leónidas Barletta. En medio de la crisis, que acecha la producción cinematográfica en Argentina, Verónica reflexiona sobre “El sueño de Emma”, la creación grupal, el lugar de los actores, los silencios. Como Arlt nos recuerda que “el futuro es nuestro por prepotencia de trabajo” porque el arte nunca se rinde.
Entrevista a Verónica Intile
Daniel Gray: “El sueño de Emma” llegó a la quinta semana de exposición. ¿A qué atribuís este éxito?
Verónica Intile: Yo creo que fueron distintos factores. Por un lado, una prensa que efectuó muy bien su trabajo y eso permitió que en el estreno tuviéramos llena la sala del Gaumont. Eso generó una reverberación general que provocó un “boca en boca” que está funcionando increíble y que habla muy bien de la película. Porque cuando el “boca en boca” funciona es porque el producto es bueno. Hay algo de la película que llega a tocar una sensibilidad universal, que va desde adolescentes a personas de cualquier edad. La historia dura del padre, el momento de soltar y dejar ir a su hija, es algo que nos toca a todos, alguna fibra te va a tocar y eso genera que esta historia nos interpele.
D.G.: ¿Cómo fue que tomaste contacto con el proyecto de la película y cómo construiste tu personaje?
V.I.: Ya son varios los proyectos que desarrollé con Germán Vilche. Antes de hacer esta película hicimos tres cortometrajes con Germán que fueron realizaciones colectivas y dos se hicieron en el Delta del Tigre que es un lugar que nos gusta mucho y los dos compartimos porque tenemos casas en el Delta. En “El sueño de Emma” él me contó que también quería que la historia sucediera en las islas. En este caso Germán me llamó como actriz, pero también estuve participando en la elección del resto del elenco y me mostró los primeros cortes de la película. De alguna manera estuve en la cocina de la película. Germán es un gran amigo, además de ser el director, entonces es un proyecto que me llega desde la relación personal que tenemos y de la continuidad de trabajos realizados en común.“El sueño de Emma” es un broche de oro para todo un proceso de trabajo. Mi personaje es Vicky, que es profesora de un colegio secundario en la isla. Busqué darle un contrapunto con el personaje de Marcos, el padre isleño y hosco que interpreta Seba Arzeno, porque Vicky viene desde la ciudad, es el único personaje que no vive en el Delta. Ella no es isleña y eso mismo la hace distinta del resto, tiene otra energía, usa otras palabras, es más confianzuda y afectuosa. Vicky no tiene tanta rosca, de alguna manera es más racional y clara en su comportamiento, y no es solemne. Es lo opuesto al padre de Emma, Vicky es más liviana.
D.G.: En “El sueño de Emma” la naturaleza es un personaje más, y todos los personajes viven en ese espacio. Él único personaje «externo» es el de la profesora. A la vez es la que trae la obra de Shakespeare y el proyecto de beca para Emma. ¿Reconocés en esto una posible perspectiva ideológica de la película?
V.I.: No, no creo que esa sea la intención de la película. Vicky es profesora, enseña inglés y propone la lectura de Shakespeare, pero no es una representación de la cultura alta. Sí creo que la liviandad es como una capa de ideología y hace que muchas veces se generen y se concreten proyectos. Hay algo de intuitivo en la liviandad y desde esa intuición se van creando otras capas, otras lecturas que permiten enfrentar el presente y a la realidad más cruda. Esa liviandad da más posibilidades de interpretación de las situaciones, y eso es lo que hace Vicky, pero no creo que se trate de una cuestión de pertenencia de clase, ni que la película busca traer un mensaje ideológico de “lucha de clases”.
Por otra parte, el personaje de Marcos está muy arraigado a la historia de su propia vida en las islas. Él tiene un trauma que es la muerte de su mujer que no lo deja avanzar y su situación económica está condicionada por ese trauma que no logra superar. Marcos se quedó atrapado en su pasado.
Lo que la película muestra, como telón de fondo, es la cultura del Delta, que puede ser asimilada a la de un pueblo chico, que es más tradicional y conservadora. Y que es lo opuesto a la cultura de una ciudad como Buenos Aires, que es progresista, multicultural, cosmopolita y diversa.
D.G.: En la escena del viaje en lancha de la profesora con el padre, ambos están en silencio. Es lo opuesto del comienzo de la profesora alegre y entusiasta del comienzo. Sin embargo, ella no sabe que todo está cambiando. ¿Qué reflexión tenés sobre estos silencios poderosos de la película?
V.I.: Estos silencios hacen a la película, la constituyen. Para que la película no sea auto explicada, sino que sea respirada, viva y que los espectadores acompañen a los personajes y reflexionen con ellos. Es como una paradoja. Me parece que la película estalla de volumen en los momentos que Germán elige para esos silencios. Germán fue muy insistente con los silencios, él tenía muy claro los momentos en donde los personajes tenían que ir en silencio, acumulando y dejando que haya una conversación interna. Con Seba Arzeno hicieron un trabajo muy profundo y complejo para la creación del personaje del padre de Emma, para que sea muy silencioso. En el viaje en lancha la profesora está pensando estrategias, aunque parece que todo está perdido, cuando llegan a la ciudad ella le propone, si el problema es un tema de plata, preguntar en la municipalidad para pedir una ayuda económica. Claramente ella estuvo pensando mil opciones para lograr convencerlo, pero vuelve a fracasar y pareciera que se rinde y que el plan del viaje no se va a concretar. Me parece que el corazón de la película son los silencios.
D.G.: El éxito de esta película es una gran noticia. Pero la situación del cine argentino es muy complicada. Cómo afecta esto a los creadores, directores, guionistas, actores, técnicos.
V.I.: La situación es muy compleja porque pareciera que estamos todos como asustados. El éxito de una película en el cine a mí me da una gratificación espiritual, pero yo no tengo ninguna ganancia económica. La película pasa a estar en manos de los productores, y uno, como actor, ya no tiene injerencia. Es una felicidad y uno milita las películas porque son parte de uno y quiere que les vaya bien. Ahora, a nivel trabajo, yo creo que se vienen años muy complicados, ya el año pasado fue muy difícil, pero por lo menos se estaban haciendo algunas cosas que habían quedado pendientes. Y este año se está haciendo poco y nada. Ni siquiera publicidad se está haciendo, cosa que era un quiosco paralelo. Y la sensación que tengo es que pareciera que nos tenemos que reinventar todos. Como que tenemos que salir a buscar otros laburos. Yo me dedico a esto desde que tengo veintitrés años y desde los veintiséis, tengo cuarenta y tres, que trabajo solo en este universo. En el teatro, en el cine y siempre actuando o dirigiendo. Y es la primera vez, en veintitrés años, que pienso: “y ahora de qué me disfrazo”. Hay muchas cosas para hacer, yo estoy haciendo un montón de cosas, pero todas “militando la cultura”. Todas sin ganar un peso, o ganando centavos, ganando muy poco. Con lo cual en algún momento voy a tener que revisar ese hacer porque de algo tengo que vivir.
El fenómeno que se da a partir de toda esta situación es que los actores de mayor popularidad ahora están aceptando trabajos más chicos, y ese era nuestro territorio. Es decir, de los actores y actrices que estamos en un punto intermedio, no somos recién venidos a la profesión, pero tampoco somos tan populares. En el medio se nos conoce, pero no somos tan conocidos para el público en general. Nosotros teníamos una zona intermedia de contratos, contratos más chicos, que las figuras famosas o populares no agarraban, por el motivo que fuera. Ahora lo que está pasando es que estos actores “famosos” están aceptando estos contratos, porque hay menos trabajo. Es como pasa en la sociedad: clase alta, clase media, clase baja. Los que en la profesión éramos de clase media pasamos a ser de clase baja y los que eran de la clase alta tomaron los recursos de la clase media.
D.G.: ¿Cuáles son tus proyectos actuales y proyectos por venir?
V.I.: Ahora estoy haciendo una obra de teatro que se llama “Fausto y lo femenino eterno” que va los sábados a las veinte horas en la sala Leónidas Barletta, que está en Roque Sáenz Peña y Nueve de Julio, en lo que era el antiguo Teatro del Pueblo. Es una sala que le corresponde al Centro Cultural de la Cooperación. Estuve participando en el BAFICI con una película que se llama “Río, luego existo” y gané el premio a mejor actuación femenina. Esta película se va a estrenar en salas en la segunda mitad del año. Tengo otras dos películas, en las que actúo, que también se van a estrenar en la segunda mitad del año. Una que se llama “Los ojos del abismo” y la otra es “El fuego que hemos construido”, que es una película que fue estrenada en el BAFICI hace un par de años y recién ahora estamos logrando que se pueda exhibir en salas porque hasta ahora se mostró en festivales. Es una película independiente, realizada por un grupo de trabajo al estilo de “El sueño de Emma”. Después estoy gestando una película que voy a codirigir con una compañera y es una adaptación de una obra de teatro que hicimos durante diez años con otras dos actrices. Y siempre con proyectos teatrales, y de microteatro. A veces dirijo, a veces, escribo, a vece actúo. El microteatro es un lugar de experimentación muy importante para mí.
“El sueño de Emma” tiene la dirección de Germán Vilche, el guion de Germán Vilche, Federico Arzeno y Adrián Caram y la actuación de Luthien Ramos, Sebastián Arzeno, Luis Ziembrowski, Verónica Intile, Lautaro Murray. Y la podemos ver en el Cine Gaumont. La información sobre su presentación en otras salas está en @cielobeiocine.