Todo sigue igual…

Por Enrique Arriaga
El nuevo año comenzó, en términos políticos, más o menos como terminó el anterior: con el gobierno cada vez más desesperado por contener el dólar, de cuya cotización depende su destino, con Macri sin saber qué hacer y en tiempo de descuento y con el peronismo, aún en su laberinto, pero con una rebelión interna cada vez más difícil de ocultar.
Caputo anuncia por enésima vez que el acuerdo con el FMI es inminente. El FMI da a entender que acuerdo, desembolso y devaluación (que ellos llaman “liberación del cepo” o “unificación del tipo de cambio”) son un combo inseparable, como el pepino del Big Mac.
La Mesa de Enlace de entidades patronales agropecuarias de la provincia de Córdoba, que votó masivamente al gobierno hace apenas un año y monedas, reclama en el mismo sentido.
Cavallo, histórico referente de la Fundación Mediterránea, que es más o menos lo mismo que decir Arcor, advierte sobre el atraso cambiario (Cavallo, ya no sólo Julia Strada) y Milei responde con insultos a quien hasta hace poco consideraba su mentor. Néstor diría que está nervioso (más de lo habitual).
Los argentinos cruzan a Chile, como cada vez que el dólar está barato, pero no para comprar teléfonos o computadoras, sino shampoo, yogur, queso o vino. El ticket es muestra suficiente, no sólo del atraso cambiario, sino del deterioro de la economía de las familias, aún de las más acomodadas.
El gobierno, hábil vendedor de expectativas, que en algunos barrios llaman maliciosamente “humo”, sabe que falta un siglo para octubre. La hipótesis de devaluar después de las elecciones parece descartada, no por la mesa chica libertaria sino por el propio peso de la realidad.
En consecuencia, el mejor momento para soltar el único ancla que contiene la inflación parece ser este. No tanto porque la gente esté descansando o distraída de vacaciones (una categoría al borde de la extinción para amplias capas otrora medias), sino porque hoy estamos más lejos de las elecciones que mañana.
Es probable que Macri, cuya formación histórica es aún más deficitaria que su cultura general, desconozca la frase “Libres o muertos, jamas esclavos (LOMJE)”. De lo contrario, no se expondría al ridículo constante, al juego que no por remanido pierde efectividad, de policía bueno- policía malo, al que lo someten Javier Milei por un lado, y su hermana Karina y Santiago Caputo por otro.
A veces un líder político tiene que exponerse a la derrota para salvar su espacio, su legado histórico o al menos su imagen ante sus seguidores. Macri, a excepción de los vertiginosos meses entre agosto y octubre de 2019 en los que intentó achicar diferencias con el Frente de Todos, no es en absoluto un adepto ni al sacrificio personal ni a la actividad.
En breve quedarán definitivamente expuestas sus carencias. El pacto de Acassuso fue, más allá de su apariencia original, un error estratégico. ¿El último y definitivo en la carrera política del ingeniero?
Si en el Pro no se termina de entender o digerir la ambigüedad en la relación con los libertarios, en el peronismo cada vez más voces piden explicaciones públicas por el enfrentamiento entre CFK y el principal presidenciable del espacio, el gobernador Axel Kicillof.
La presidencia del PJ nacional se resolvió de la manera menos feliz posible, dejando heridas que comienzan a supurar, por ejemplo, en la cámara de diputados, donde el bloque había logrado mantenerse unido o con contadas fugas. Hasta ahora.
Una multiplicidad de voces, de indudable kirchnerismo, que van de analistas como Beto Quevedo y Ricardo Aroskind al guitarrista Juan Falú, reclaman una conducción a la altura de las circunstancias o una renovación de los liderazgos, que es más o menos lo mismo. Algo impensable hace apenas meses atrás.
Mientras no se realice una elaboración pública, asumiendo las responsabilidades, más allá del chivo expiatorio ideal que es Alberto Fernández, del fracaso de la experiencia de gobierno del FdT, la base electoral del peronismo no tomará en serio a sus dirigentes.
Fingir que eso no ocurrió, subestimarlo o negarlo deliberadamente, tiene el efecto inverso. Lo negado, lo oculto, lo barrido bajo la alfombra, sostiene el creador de las constelaciones familiares, Bert Hellinger, vuelve con más fuerza. La única solución es mirarlo a los ojos, asumirlo, ponerlo en palabras. Así estamos.