La comunidad es lo único que importa

Por Iber Mamani
Bolivia y el mundo
El mundo atraviesa una transición marcada por un nuevo orden global, donde la crisis de las potencias tradicionales y el surgimiento de nuevos actores generan tensiones económicas y políticas. Estas dinámicas han desatado conflictos que se manifiestan tanto en guerras tradicionales como híbridas.
Durante el siglo XX, en América Latina, Estados Unidos impuso y mantuvo su hegemonía utilizando todo tipo de métodos, desde el financiamiento de golpes de Estado, hasta la intervención económica y la manipulación de medios de comunicación, periodistas, jueces y políticos. Estas estrategias le permitieron consolidar gobiernos alineados con sus intereses, mientras se perseguía y combatía a las fuerzas sociales progresistas. Como respuesta, estas fuerzas se organizaron para defender la soberanía nacional, también utilizando distintas estrategias.
A finales de los años 90, emergieron movimientos populares que lograron disputar el poder mediante procesos electorales, impulsando transformaciones socioeconómicas en favor de sus pueblos. En Bolivia, este cambio histórico se cristalizó en 2005 con la llegada al poder del Movimiento al Socialismo (MAS-IPSP), liderado por Evo Morales, el primer presidente indígena del país. Morales reivindicó el término “indio”, previamente usado de forma despectiva, y posicionó al MAS como una fuerza política central.
Los eventos en Bolivia están profundamente conectados con las tensiones globales, aunque presentan particularidades propias. Ejemplos de esto son el golpe de Estado de 2019, el «lawfare» contra dirigentes sociales, la crisis ambiental, la deforestación, la escasez de combustibles y dólares, y la reciente sublevación militar del 26 de junio, que incluyó un intento de magnicidio contra Evo Morales. Estas acciones no son eventos aislados, sino parte de estrategias planificadas por poderes corporativos globales, principalmente vinculados a intereses norteamericanos, que buscan mantener su hegemonía en un contexto de disputa con potencias como China y Rusia.
La crisis actual del MAS-IPSP
Es sorprendente que hoy se hable de una disputa interna por la sigla del partido. Este conflicto tiene sus raíces en la designación de Luis Arce como candidato presidencial. Arce no fue el elegido por los congresos del MAS, donde Andrónico Rodríguez, Diego Parí y David Choquehuanca eran los principales postulantes. Su selección, decidida a puertas cerradas en Buenos Aires por Evo Morales, respondió a la necesidad de garantizar una transición para el eventual retorno de Morales al poder. Este fue el primer error: elegir un candidato que no contaba con el respaldo orgánico del movimiento, lo que terminó debilitando la cohesión interna.
Con el inicio del mandato de Arce, las diferencias entre los bandos “evista” y “arcista” se hicieron evidentes, aunque estas divisiones ya existían desde el segundo mandato de Morales. Lo natural en política es la existencia de debates internos, pero la falta de control estatal por parte de Morales exacerbó las tensiones. En lugar de resolver estas diferencias en congresos estratégicos, ambos grupos contribuyeron a un clima de difamaciones y agravios, amplificado por los medios de comunicación. Este conflicto ha generado descontento en sectores de la sociedad boliviana, debilitando al MAS y fortaleciendo a una derecha que se reorganiza con discursos libertarios al estilo de Milei.
Arce no es un candidato viable para la reelección, y Morales enfrenta un contexto adverso de «lawfare» que dificulta su participación en las elecciones de 2025. Por ello, es fundamental buscar alternativas desde las bases populares: sindicatos, movimientos sociales, indígenas y campesinos deben asumir la responsabilidad de imponer valores de unidad y honestidad, dejando atrás el caudillismo.
Las encuestas demuestran que el triunfo del MAS es poco probable; el respaldo de 2020 no fue para Arce ni para el MAS, sino un rechazo al golpe de Estado de 2019 y a las masacres de Senkata y Sacaba. Hoy, el éxito del «Proceso de Cambio» depende de la unidad de las fuerzas sociales y del voto en el exterior, que también está dividido. La única garantía es escuchar al pueblo.
El «Proceso de Cambio» y la lucha comunitaria
El MAS-IPSP no es un accidente histórico; es el resultado de siglos de explotación y resistencia de los pueblos originarios. Desde las rebeliones lideradas por Túpac Katari, Bartolina Sisa y Tomás Katari hasta la revolución de 1952, las luchas populares han marcado el rumbo de Bolivia. La «guerra del agua», la «guerra del gas» y la refundación del Estado con una nueva Constitución son hitos de un proceso construido colectivamente.
Sin embargo, los procesos no son obra de individuos. Aunque líderes como Simón Bolívar, Juana Azurduy y Pablo Zarate Willka jugaron un papel crucial, la filosofía andina enseña que el «nosotros» prevalece sobre el «yo». Los líderes pierden legitimidad cuando se consideran indispensables. El «Proceso de Cambio» no es de una persona, sino de la comunidad; su éxito depende de mantener esta visión colectiva.
Reflexión final: ¿Por qué luchamos?
Los dirigentes del MAS deben recordar el costo de las luchas pasadas: las vidas perdidas, el sufrimiento por la pobreza, el racismo y la esclavitud impuesta por los k’aras. Es esencial a la comunidad, a los niños, los jóvenes, los ancianos y la Pachamama. Sin comunidad, los individuos no somos nada.
Lo único que importa es el proyecto comunitario y el proceso de cambio: un instrumento político para la soberanía de los pueblos y la Madre Tierra. El camino iniciado hace más de quinientos años debe continuar: “sarantaskakiñani”, sigamos caminando juntos.