17 de marzo de 2025

“El Precio”, un cuento breve de Federico Arzeno

WhatsApp Image 2024-11-02 at 06.14.22

Los fines de semana Narrativa Política se toma un descanso para ocuparse de la literatura y el arte. Para eso nos proponemos que la poesía, la pintura, la música y la prosa desplacen a las noticias, la política y su análisis. Un espacio para que la creatividad artística haga su tarea de darnos más y mejores instrumentos para pensar y comprender la realidad que vivimos día a día. Hoy presentamos un cuento breve de Federico Arzeno: “El Precio”.

Daniel Gray

El título del cuento de Federico Arzeno es engañoso, nos recuerda el valor económico que las cosas tienen para los intercambios comerciales, pero desde sus primeras palabras nos lleva a un pasado tan remoto como imaginario. Los nombres de los personajes, alguna referencia geográfica, un suceso casual y desgraciado, intrigas palaciegas son las cosas que parecen fijarnos a una realidad material y a una narración de hechos, pero lentamente el relato se hace etéreo, solo voces que dialogan y combinan las palabras con la habilidad de un joyero experto. Cada pequeña pieza, cada palaba, se engarza en la siguiente para construir la maquinara de precisión de un relato casi perfecto donde la trama naufraga en beneficio de la reflexión filosófica: ¿cuál es el precio a pagar por la vida de la persona que amamos? Al final descubrimos que fuimos engañados, el relato no refería al pasado, ni a personajes míticos, ni a tragedias cotidianas. Arzeno nos ha llevado frente a un espejo que refleja aquello que no queremos ver: la vida es demasiado breve y, a pesar de eso, tiene un precio. Como Batty, el replicante de Blade Runner, que al enfrentar su final ve todo lo que desaparece con su propia muerte, todo lo que vivió y se va. Pero por eso mismo va a amar la vida. Todas las vidas. Finalmente, siempre se trata del sentimiento más extraño, secreto, improbable, doloroso, vital: el amor.

Para conocerlo un poco más Federico nos dice algo sobre sí mismo.

Nací en Mar del Plata, tengo años 50 años.

Dirigí el cortometraje El Estado del Miedo, el Mediometraje Mili Tedesco (vimeo), Maelstrom 2001, Cristo vence, Sala 360 Museo de Malvinas, Sala Presentación Museo de la Memoria (ex ESMA).

Mis principales influencias son Borges, Oesterheld, Neil Gaiman, William Shakespeare, Alan Moore.

Los hechos que me afectan: la realidad chocando de frente con lo imaginario.

Escribo cuando una voz me dicta y no puedo no hacerlo. Nunca finjo esa voz, como decía Fogwill.

Me gustan mis amigos y Shakespeare. Me importan los afectos y la risa.

Recibí la Beca Carolina al guion de «Las Cautivas», y el premio Capalbio Cinema al cortometraje «El estado del Miedo”.

EL PRECIO

“Para no perder, el jugador nunca cesa de perder”

Ovidio

Había una vez una reina llamada Níobe que gobernaba el antiguo país de Sumer hace más de 5000 años. Tenía un hijo llamado Ur-Él pero nadie sabía quién era el padre. Níobe podía ser una reina muy justa y bondadosa pero también muy astuta e implacable para los hilos de la política que requiere que los hombres se sientan favoritos mientras son utilizados como piezas sin darse cuenta.

El país prosperaba y el cauce del Tígris y el Éufrates nunca descendía, irrigando el país de Sumer bajo el sol y multiplicando las frutas y las espigas. Pero a los 15 años, el príncipe Ur-El, amante de los caballos, recibió el cabezazo de una yegua enloquecida por una serpiente y al caer se golpeó la cabeza contra una piedra. A partir de ese momento entró en un sueño profundo constante y sin visos de dolor. Porque todo el dolor era para Níobe.

En la torre más alta del Reino, la Reina no se movía del lecho de Ur-Él ni de noche ni de día, y al tiempo que su belleza y su poder se fueron marchitando, los cebados conspiradores de la corte comenzaron una campaña de divulgación del «caos que sobrevendría si la reina seguía eligiendo a su hijo por encima de Sumer». Uno de ellos, un comerciante llamado Asurbanipal que gustaba de ver azotar a las esclavas por placer, pero que jamás quería ensuciarse la mano con el látigo, pagó a decenas de viajeros para que mintieran por las calles de Lagash diciendo que los Hititas, enterados de la debilidad de la reina, estaban afilando sus hachas a las puertas de la ciudad.

Níobe recibía todos esos rumores de sus consejeros como si fueran ecos lejanos o como si se hubiera quedado sorda para los asuntos humanos.

Una noche, mientras mojaba la frente de Ur-El con un paño de seda embebido en agua de rosas, vio entrar por la ventana al padre de su hijo, el que llaman Morfeo. Señor de las arenas de los sueños de los hombres.

«hola, mi Amor». Dijo Morfeo.

«Qué fue de nuestro niño, por qué no lo protegiste» dijo Níobe sin poder ya soportar el llanto.

«Sé quién mandó la serpiente» y le mostro la piel de la serpiente desollada que había asustado a la yegua de Ur-Él.

«¿Y de qué me sirve?» dijo ella furiosa.

«Hay un camino. Él ama los juegos y está dispuesto a devolvernos al niño. Pero hay un precio» y sacó un extraño tablero con montes de dos colores. Es un «vuelta al juego» y hará muy feliz a nuestro hijo. En este juego y al contrario que con ustedes, los efímeros, las fichas pueden volver al tablero luego de ser eliminadas.»

«Muy bien…solo quiero verlo despierto una vez más».

«No es posible».

«Quiero el premio sin pagar el precio, soy La Reina de Sumer», dijo la altiva y desesperada Níobe.

Pero Morfeo ya comenzaba a desvanecerse, aunque sobre la mesa el juego seguía ahí, tan real: «no hay una sola cosa de las que amamos que no tenga un precio en la tierra».

«Está bien». La Reina se desnudó, besó a su hijo en el cuello unos largos segundos como aspirándose la piel húmeda.

Luego caminó hacia la ventana de la torre. Miró hacia el abismo que ya se la tragaba. Y saltó.

El niño despertó.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *