Feinmann y Botana. El periodismo manipulado

Enrique Arriaga y Daniel Gray
“Yo veo al futuro repetir el pasado” escribía Cazuza hace más de 30 años. Arriaga y Gray analizan en el siguiente artículo la confusa relación entre periodismo y poder político. Y las consecuencias que puede haber cuando los periodistas creen que pueden manipular la realidad sin rendir cuentas.
El “affaire” Feinmann-Bullrich puso en evidencia la íntima relación entre el poder político mileista y el periodismo militante de La Nación+. Hagamos un breve racconto de los hechos. El jueves, el día de la marcha, a las 18:15 durante “el pase” entre Feinmann y Trebuq en la producción de La Nación+ reciben un video en donde se muestra a una mujer con un buzo naranja que con su mano derecha tira un polvo colorado hacia el aire. La imagen es borrosa y poco clara. El video había sido enviado por el jefe de la Policía Federal, Alejandro Rogé. El video es mostrado a las 18:40 por Feinmann y luego por toda la plana de programas y periodistas del canal (Trebuq, Rossi). Ese video se difunde en los distintos medios, en las plataformas y por los tuiteros mileistas. La viceministra de seguridad, Alejandra Monteoliva, a las 18,42 sale telefónicamente con Feinmann y Trebuq (después lo hará en vivo en TN) y confirma la veracidad del video que muestran en La Nación+ y afirma que ese “polvo” que se ve en el video se trata de pimienta. De este modo se demostraría que una manifestante era la culpable de las lastimaduras en los ojos de la nena de diez años que en esos momentos ya estaba con tratamiento médico. Pero unos momentos posteriores en C5N se da a conocer un video en donde se ve claramente a un oficial de la Policía Federal que gasea a una madre y a su pequeña hija que están sentadas en la calle. Antes de eso se ve el enfrentamiento de palabra entre manifestantes y la Guardia de Infantería de la Policía Federal, los policías avanzan y se escuchan los gritos avisando que hay una nena. Nada detiene a los uniformados y finalmente un policía gasea a la madre y su hija. La filmación no deja dudas. Cuando esta filmación se da a conocer la ministra de seguridad publica un tuit que dice: “En estas últimas marchas hubo un grupo de militantes que fueron con piedras y palos a pegarle a la Policía y ahora dicen que la Policía le tira gases a una nena. La responsabilidad de llevar a una nena de 10 años a una marcha rodeada de personas violentas es responsabilidad de esta madre irresponsable. Ya les dijimos: LLEVAR A LOS CHICOS A LAS MARCHAS ESTÁ PROHIBIDO. LOS CHICOS A LAS MARCHAS, NO.” Para la ministra la culpa de la agresión represiva de la Policía Federal es culpa de la nena de 10 años que recibió el gas pimienta en sus ojos. Los policías que deberían cuidar a la ciudadanía atacan a una nena indefensa y la culpa es de la nena. Hay que reconocer que la operatoria mental de la ministra es digna del ministro de propaganda de Tercer Reich.
Al día siguiente de la marcha, el viernes 13, en su programa de La Nación+ Eduardo Feinmann hace una editorial contando que fue engañado y utilizado por el jefe de Policía y el ministerio de seguridad al enviarle el video donde se falseaba la autoría del ataque a la nena y se culpaba a una participante de la marcha. Señala además que el vocero del ministerio, Carlos María Cortés, había difundido entre periodistas que nadie del ministerio ni de la policía había enviado el video y que su difusión y circulación era responsabilidad de Feinmann. Feinmann estalla frente a cámara: “¡tienen que ser hijos de puta para poder decir eso!”. La indignación fingida de Feinmann mostraba que “el negocio” de la credibilidad periodística se derrumbaba frente a sus ojos.
El mago que vino de Uruguay
“El mago del Kremlin”, de Giuliano da Émpoli, narra la vida de Baranov, inspirado en Vladislav Surkov el asesor de Putin, su infancia y su entorno familiar, la implosión de la URSS, el encuentro con Putin que torcería su destino y el trabajo conjunto para forjar un dispositivo de poder y propaganda que llegaría al climax con los juegos de invierno de Sochi en 2014.
Tanto Surkov como su versión literaria hicieron unas cuantas picardías: inventar opositores y eliminarlos, sofisticadas puestas en escenas para reconstruir la realidad… pero en realidad no inventaron nada nuevo. Se trata de subgénero literario, el de las intrigas políticas que incluyen la relación, siempre cargada de tensión y ambigüedad, con los medios de comunicación.
Los inicios de este subgénero se pueden fijar, más o menos arbitrariamente, en “Ciudadano Kane”, de Orson Welles que está basada en la figura de William Hearst, un magnate estadounidense creador y propietario de uno de los primeros multimedios, lo que le permitió acumular poder político y usarlo en provecho propio. Hearst que era xenófobo, intrigante, excéntrico y reaccionario. Inventó el sensacionalismo, pero intentaba que sus periódicos, que llegaron a ser casi treinta en distintas ciudades de su país, contaran con buenas plumas literarias.
Argentina tuvo su propio Hearst. Sólo que no era argentino sino uruguayo y, a diferencia del que inspiró “Ciudadano Kane”, le bastó con un único diario para hacer política y convertirse en un factor decisivo en la mesa del poder. Ese diario, único pero revolucionario, adelantado a su tiempo, fue Crítica, y el empresario que los soñó, lo hizo y lo manejó, fue Natalio Botana. Algunos historiadores sostienen que la inversión inicial para lanzarlo la aportó el entonces gobernador bonaerense, el conservador Marcelino Ugarte.
Botana se rodeó de los mejores escritores que tenía a mano: puso a Borges a cargo del suplemento cultural, la “revista multicolor de los sábados”, y a Arlt a patear las calles porteñas, algunas adoquinadas y otras barrosas, a descubrir historias para convertir en aguafuertes. La vidriera de Crítica, en avenida de Mayo, era el lugar donde la muchedumbre se agolpaba para conocer las novedades, ya fueran resultados electorales, de fútbol o de boxeo, como la pelea Firpo-Dempsey en Nueva York.
La quinta de Botana, Los Granados, en Don Torcuato, fue una de las más lujosas de la época. Albergó por décadas el mural «Ejercicio plástico» del artista mexicano David Alfaro Siqueiros. Ese era el punto de encuentro elegido por militares de alto rango y políticos conservadores, entre costillares asados y humo de puros, para conspirar contra el caudillo radical, que por entonces transitaba su segunda presidencia. Esa misma quinta, o lo que quedaba de ella, albergó al expresidente Carlos Menem, cuando fue detenido por tráfico de armas.
Botana era profundamente anti radical. Sus periodistas, no tanto. Botana conspiró contra Yrigoyen y a favor del golpe de 1930, pero en vez de retribuirlo con cuotas de poder, como esperaba el empresario, el golem que contribuyó a crear se volvió contra él. Dos años más tarde, Uriburu le cerró el diario y lo encarceló. Botana aprende la lección: hay cosas que no controla, su poder tiene límites.
Retribuciones
Feimann descubrió sus propios límites y lo fácil que es para el poder político y económico usar al periodismo. Alcanza con aprovecharse de los deseos y las convicciones ideológicas o con poner algún sobre en el bolsillo del ambicioso y vanidoso periodista. Como un Botana moderno y devaluado mostró su indignación, para intentar cubrir lo evidente: no chequeó la información y fue un instrumento de una operación mediática que no le avisaron. Feinmann creyó lo que tenía ganas de creer y lo mostró como si fuera un hecho de la realidad. En medio de su editorial de descargo por el video falso lo llamó Bullrich y los dos hicieron un simpático paso de comedia. Feinman tratando de parecer firme en sus dichos y la ministra desconociendo todo y afirmando que se enteró de los videos por la televisión. Al final la culpa era de los militantes violentos, y la policía hizo su tarea. La culpa es de la madre por llevar la nena a la marcha. La ministra pone voz de mando y el periodista agradece el llamado. Todo vuelve al orden natural.
Ese golpe del 6 de septiembre de 1930 dio lugar a la década infame, que fue condición previa para el surgimiento del peronismo. Durante ese período, era habitual que se compraran voluntades en ambas cámaras o que los funcionarios experimentaran una meteórica movilidad social ascendente. Aquellos radicales, a diferencia de estos, no participaban de la orgía: de ahí viene la frase «más hambriento que radical del 30». En cambio, preferían combatir al régimen. Uno de los más activos en esa desigual pelea fue Don Arturo Jauretche. No hace falta ser un genio para imaginarse qué le dirían aquellos radicales a estos.
Jauretche murió en 1974 y está enterrado en el cementerio de Olivos. Roberto Arlt murió en 1942 y sus cenizas fueron arrojadas en un canal del Delta de Tigre. Dos años antes había muerto Natalio Botana. Sus protagonistas ya no están, pero la historia mantiene su vigencia. Cuando Bullrich Pueyrredón llamó a Feinmann para recordarle quién manda y lo colocó en su lugar de empleado bien pago, también le recordó que ya está todo escrito, y quien no lo sepa corre el riesgo de inventar, una vez más, el agua tibia.
Excelente, la nota sobre Feinmann. Pero ese último párrafo hizo correr frío por el espinazo.
Excelente el artículo sobre Feinmann. Pero el último párrafo hizo que corriera frío por mi espinazo.