El PJ pampeano y una lección de realpolitik

Acuerdo entre Ziliotto y Verna de cara a octubre
Por Enrique Arriaga
La postal que muestra hoy el peronismo pampeano hubiera sido impensable hace apenas un año, cuando los intendentes de las diez localidades más importantes de la provincia armaron una mesa política, para mostrarle los dientes a un gobernador sin reelección.
Mucho menos en 2021, cuando en disconformidad con el cierre de listas, que beneficiaba especialmente a María Luz “Luchi” Alonso, el ex gobernador Carlos Verna puso punto muerto en plena campaña electoral y privó al peronismo de un senador nacional.
La relación entre el viejo caudillo y el gobernador, que además representan a dos ciudades rivales, Santa Rosa y General Pico, al estilo de la competencia entre Lomas de Zamora y La Matanza por hegemonizar la tercera sección electoral bonaerense, nunca fue sencilla. Por eso el “aterrizaje suave”, se celebra en ambos campamentos.
El exitoso acuerdo admite varias lecturas posibles, todos ellas convergentes. La primera es la más simple: “Milei lo hizo”. Apenas un mes atrás, casi todos los intendentes de la provincia firmaron un documento de apoyo al gobernador en su lucha por la defensa de los derechos de los pampeanos.
Ziliotto es, con Kicillof, Insfrán y Quintela, integrante del selecto grupo que no le aflojó al gobierno ni un tranco de pollo. Su estrategia combina denuncias judiciales ante la corte suprema, intransigencia política para no firmarle ni votarle nada y prolijidad fiscal para no tener que ir a mendigar. En términos del peronismo clásico, sin independencia económica no hay soberanía política. Luego, la amenaza del gobierno nacional de cerrar sucursales del Banco Nación ayudó a entender dónde está el enemigo.
La segunda mirada es también insoslayable. Sin el petróleo del MPN, sin la espectacularidad de los Rodríguez Saa, sin los escándalos del PRI mexicano, el peronismo pampeano es un partido de poder. Despacha ininterrumpidamente desde la recuperación de la democracia en 1983, aunque su economía no reciba recursos extraordinarios y sus líderes sean (a veces excesivamente) sobrios.
¿Qué significa esto? Que hay conocimiento y experiencia acumuladas y que hay una burocracia oficial, en el mejor de los sentidos. “¿Sabés todo lo que pueden romper acá si perdemos?”, es la pregunta que reiteran en off y la que funciona como dique de contención para que, a la inversa de la máxima radical, se doble pero no se rompa.
En mayo de 2023, Sergio Ziliotto logró la única reelección que le permite la constitución provincial, pero su victoria fue más apretada que las anteriores y que las expectativas de su entorno.
Esto obligó a poner en marcha un sistema de revisión y alerta temprana de todo lo que podía y debía corregirse, desde la definición de candidatos locales al desarrollo de narrativas para defender la gestión, claramente, con la unidad del peronismo como condición necesaria pero no suficiente.
Por otro lado, La Pampa no tiene elecciones intermedias. Tanto los integrantes del legislativo provincial unicameral como los de los concejos deliberantes, son electos junto con el gobernador, cada cuatro años. Esto significa que hay menos caramelos para repartir, pero también menos motivos por qué pelear.
La excepción, en este clima casi festivo, es la lista propia que, casi sin expectativas de alcanzar la minoría, presenta el intendente de la capital, Luciano Di Nápoli. A pesar de ser poco querido por “La Plural”por su origen camporista, en 2023 fue igualmente militado por el ziliottismo, que entiende que ceder Santa Rosa a la oposición podría ser extremadamente peligroso, porque desde ahí podría despegar un intento serio del antiperonismo radical y amarillo de ir por la gobernación. Realpolitik cien por cien.
Pero Di Nápoli dejó de ser Cámpora, porque la conducción nacional de “la orga”, cuando fue requerida para saldar la disputa entre los dos jefes, optó por “La Luchi”. Desde entonces, el intendente anda con el pase en la mano, en busca de terminales nacionales que le garanticen su supervivencia. “La Luchi” se interpone por segunda vez en el camino de Di Nápoli, ahora en su relación con el ziliottismo.
Con escasa proyección más allá de la ciudad, Di Nápoli tiene habilitada la reelección indefinida, pero su preocupación mayor tiene nombre y apellido: Marcelo Pedehontaá, ministro de Trabajo, un político de la vieja escuela a pesar de que recién pasó los cincuenta, que camina los barrios, escucha y resuelve, a pedido del gobernador. El perfil de Pedehontaá sumado al desgaste de dos mandatos consecutivos no parece un desafío sencillo para el intendente.
Casi como si se tratara de una ley de la física, las buenas noticias para el oficialismo coinciden con dificultades para la oposición. El diputado nacional por esta provincia Martín Maquieyra (Pro), integra la comisión investigadora de la criptoestafa Libra y hasta sonó como su posible presidente.
A las órdenes de Cristian Ritondo, se lo ve mucho más enfocado en defender al gobierno que en llegar a la verdad, bajo el argumento de “evitar el circo político que quiere hacer Unión por la Patria”. Hasta el antiperonismo es una frazada corta: cada paso que da el Pro hacia LLA es un paso que se aleja de la UCR, poseedora del único dispositivo territorial capaz de competir seriamente con el peronismo.