16 de octubre de 2025

(PERDER) LA VIDA EN UNCLICK

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Julieta Goldsman

La ludopatía es una enfermedad social que se expande entre los jóvenes argentinos a la vez que crece el desempleo, la pobreza, los salarios bajos y la falta de destino. Mientras el gobierno arrastara al pueblo a la epopeya del equilibrio fiscal millones de jóvenes no saben qué hacer son sus vidas. Entonces se la juegan…

Maxi tiene dieciseis años. Entró al mundo de las apuestas a los catorce, jugaba en sitios online con sus amigos, por diversión, cuando “no tenían nada que hacer”. Empezó apostando poco, como si se tratara de otro juego más. Con el tiempo sintió que ya no era suficiente, que no le generaba la misma emoción que al principio, así que fue por más. Apostaba en la escuela, en los recreos y en el aula, a escondidas de los profesores. A veces pasaba noches enteras sin dormir para seguir “jugando” y su humor dependía de cómo saliera un partido de fútbol jugado en otro continente por un equipo que no era el suyo. Poco a poco, entre casinos y apuestas, el “juego” dejó de ser divertido. Primero, usaba el dinero que sus padres le daban para el almuerzo, pero cuando dejó de alcanzar pidió un préstamo, con intereses altísimos, desde una billetera virtual. Todo para poder seguir apostando. Los mails con advertencias y avisos de deuda no paraban de llegar, pero borró todos y cada uno de ellos de la casilla pensando que podía ignorarlos para siempre. Hoy, dos años después y habiendo perdido más de 400 mil dólares en apuestas, Maxi se encuentra en tratamiento y se considera un “jugador” en recuperación. Maxi no es un caso aislado en Argentina. El boom de las apuestas online en nuestro país es un fenómeno que debería encender todas las alarmas: en apenas un año aumentaron un 150% las visitas a sitios de apuestas ilegales. Hoy en día, el mundo de la timba digital alcanza a casi 15 millones de argentinos y la ludopatía viene creciendo exponencialmente en jóvenes de 13 a 19 años. Desde la pandemia, el aislamiento y la digitalización de la vida se volvieron moneda corriente. Si a esto le sumamos una crisis económica y social cada vez más grave, la falta de trabajo, los bajos salarios y las campañas publicitarias cada vez más agresivas en medios de comunicación y redes sociales, incitando a los usuarios a hacer “la apuesta de su vida” se forma el caldo de cultivo perfecto para una nueva generación de ciberludópatas adolescentes. Según el estudio “Apostar no es un juego” realizado en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, y publicado en septiembre de este año, las apuestas online afectan a 4 de cada 10 jóvenes de entre 15 y 29 años. Y un estudio de Opina Argentina revela que el 24% de los encuestados identifica a los adolescentes de entre 12 y 16 años como el grupo etario más vulnerable entre los sectores afectados por la ludopatía.

Diez millones de pesos: ese es el precio que Jota, un joven de 20 años de Córdoba, pagó por una adicción que empezó con un click en una aplicación de apuestas. Arrancó con “unas fichitas”, pero tres años después estaba hasta el cuello de deudas. Empezó buscando un escape, “plata fácil”, para saldar alguna deuda, para darse un gustito. Pero después de la ruleta virtual, vinieron los casinos online ilegales. Terminó vendiendo su celular, su computadora y hasta se endeudó con un amigo por $400.000. Hoy Jota lleva seis meses en tratamiento y busca reconstruir su vida personal y económica. Los jóvenes son los más golpeados por la crisis: la pobreza alcanza al 63% de los niños y adolescentes y, del total de desocupados del país, casi el 40% son jóvenes. La depresion, el suicidio y la ansiedad son sentimientos cada vez mas comunes entre ellos. En una encuesta reciente de Sentimientos Públicos, al consultar sobre la posibilidad de apostar para juntar ingresos extras o pagar deudas, el 33% de los jóvenes de 16 a 29 años dijo estar de acuerdo. Y estos números aumentan a 4 de cada 10, si se filtra el resultado por hombres, y crece aceleradamente a medida que cae el nivel socioeconómico. Al mismo tiempo, el estudio ya mencionado “Apostar no es un juego”, indica que el monto apostado por las personas de estrato medio-bajo es uno de los mayores en comparación con el resto, “lo que sugiere la intención de compensar por la vía de las apuestas la insuficiencia de los ingresos percibidos laboralmente”, de hecho, según dice el informe “la tasa de actividad de este segmento se ubica por encima del promedio”. Pero el malestar económico no viene solo. Erosiona fuertemente la psicología de los sectores más castigados, generando una inestabilidad emocional y psicológica, fruto de la falta total de perspectivas y horizontes, de la imposibilidad de proyectar a futuro, de planificar y de darle un sentido a la vida en el largo plazo. Hoy en día comprarse una casa, formar una familia o progresar en el ámbito profesional, algo que décadas atrás podía resultar totalmente accesible para el trabajador promedio argentino, se convirtió en un lujo para pocos. Para MUY pocos. Esto vuelve cada vez más difícil concretar las aspiraciones de progreso y desarrollo a nivel individual de las generaciones más jóvenes, lo que afecta el comportamiento de la sociedad argentina en su conjunto. La ludopatía es uno de los tantos síntomas de esta pérdida de rumbo, del cortoplacismo que se impone por la falta de proyección a futuro, y que se monta sobre cifras altísimas de depresión, ansiedad y tasas de suicidio que van en aumento. Esta debilidad es aprovechada por las grandes casas de apuesta que, a través de la accesibilidad digital, pueden transformar a cualquier celular en un casino móvil. Se inundan las pantallas con publicidad agresiva, con influencers, streamers y gurúes espirituales, que provocan la falsa ilusión de soluciones económicas y de dinero fácil, en sectores de la población que están en  el límite  de la supervivencia económica y donde cada día es un desafío.

Todavía estamos a tiempo de evitar una catástrofe. Pero para eso Argentina necesita llevar adelante políticas públicas contra la adicción al juego y la ludopatía para que la poblaciópn tome conciencia de la gravedad del problema. Es fundamental tener una nueva la legislación que imponga  que controle el juego digital con regulaciones estrictas y castigos severos. Los jóvenes argentinos están en riesgo, y con ellos el futuro de todos también lo está. Si no empezamos a revertir los efectos trágicos de este fenómeno desde ahora, mañana va a ser demasiado tarde.

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