Conversaciones en el conurbano norte III

La Novela del poder
Por Enrique Arriaga
Aunque lo intenta, no puede dar con el origen de la frase (bastante vulgar, por cierto). “Crisis es oportunidad”, recuerda el Influencer Maquiavélico, varias veces al día. Y el recuerdo, invariablemente, lo hace sonreír. Incluso en situaciones incómodas, pero eso es lo de menos. Crisis es oportunidad. Mayor la crisis, mayor la oportunidad. “Corta la bocha”, como solía repetir otro figurón, simpatizante de Los Gordos.
Las cosas volvieron a cambiar en el palacio. Anses, mucho antes de lo que él preveía en sus cálculos más optimistas. Ahora está ahí, en patas en el living. Sobre la mesa ratona, quedaron un par de rolls, de esos que nadie quiere cuando hay geishas y sashimi, vasos sucios, los palitos tirados.
La Pitonisa odia el sushi. Detesta incluso el olor. Lo mismo le ocurre al Huésped. Por eso lo pidió, con la excusa del almuerzo tardío, de no haber tenido tiempo de comer nada en todo el día. Para medir el nivel de desesperación de sus socios. La conclusión es evidente: se maldicen por haberlo maltratado. Antes de hablar, prende un cigarro, con el gesto teatral que lo caracteriza.
-Yo fui muy claro sobre lo que había que hacer y decir, ¿no?
La Pitonisa asiente en silencio pero sus manos inquietas revelan un estado de profundo nerviosismo.
-…y este pelotudo no sólo se cree libre pensador, sino que encima se mete con Papá Sombras.
-Ministro Sombras-, corrige La Pitonisa.
-Para mí es Papá Sombras-, insiste el Influencer.
-Le debo mucho a esa familia-, dice, y el supuesto gesto de lealtad y gratitud, encierra en realidad otra cosa: le recuerda a La Pitonisa que él ya conocía, al menos parcialmente, los pasillos del poder, cuando ella trajinaba moldes y budineras y ni soñaba con la carambola del destino que los politólogos llaman “cisne negro”.
-Lo llamo al Freak así le bajás línea.
-Dale-, asintió el Influencer Maquiavélico y siguió masticando bronca.
-Meterse con Papá Sombras es joder al Rey de las Tinieblas. Una cosa es meterse con kukas, periodistas o discapacitados, ahí cualquiera es macho. Pero creeme que ni vos ni tu hermano quieren ver enojado al Rey.
-¿Sigue siendo el rey?-, pregunta La Pitonisa, celosa de la existencia de otros reinados, paralelos al suyo.
-¿Querés arriesgarte a comprobarlo?-, retruca, tal vez demasiado rápido, y no obtiene más respuesta que el silencio.
En la habitación contigua, otros colaboradores comienzan a preparar psicológicamente al Huésped que más tarde tiene una aparición estelar, fuera de su zona de confort. Eso también los tiene alterados. En unos minutos, La Pitonisa deberá abandonar el cónclave para completar la puesta a punto del Huésped, a puerta cerrada.
-Entonces, ¿cómo seguimos?
-Estábamos bien hasta que el Freak abrió la boca. Hay que seguir igual. ¿Quién controla al Freak?
-El Fondo Monetario.
-Si, pero aparte, ¿nadie de nosotros?
-No. No del todo. Por algo es Freak.
-Como todos acá-, se le vuelve a soltar la lengua.
-Empezando por mí-, sonríe y retoma su rol preferido, el de spin doctor.
-Uno, hubo casos en La Plata.
-Pero también en Rosario y en otras ciudades.
-Eso es secundario. Dos, la provincia del Nerd le compra a ese laboratorio.
-Casi todas le compran.
-Concentrate en lo que es importante para nosotros. Uno, hubo casos en La Plata; dos, el Nerd les compra y, tres, ¡el apellido del juez! ¡Tiene cuatro patas, ladra y mueve la cola, eso es todo lo que hay que decir! ¡Es una operación kuka!
-Esperemos que funcione.
-Y si no funciona, renuncia el Freak, que es el que rajó a los empleados que controlaban las drogas. Quiso rajar a los ñoquis y se pasó de rosca, por algo es el Freak. Con Papá Sombras no se jode. Va a tener que pedirle perdón.
Unos golpes en la puerta interrumpieron la conversación. El Freak asomó su cabeza de helipuerto, esta vez sin la gorra que lo hacía ver como Forrest Gump, pero con su inevitable sonrisa estúpida.
-Esperá afuera-, lo atajó La Pitonisa.
-Otra cosa-, agregó el Influencer apenas comprobó que volvían a estar solos.
-No podemos tunearlo mientras ese veneno esté dando vueltas. Mirá si justo le toca una ampolla…
-Ese es mi campo, no te metas-, dijo La Pitonisa, mostrándole la palma de la mano.
Luego sacó una carta del mazo y la apoyó cuidadosamente. “La fuerza”, pero invertida.