Un peronista marechaliano al Comando Celestial

Por Gastón Enrique Garriga
«De los laberintos se sale por arriba» es una frase que se suele atribuir a Leopoldo Marechal, el Poeta Despuesto. La referencia al autor de Adán Buenos Ayres, Megafón y tantas obras no es casual. Quien partió al Comando Celestial hace apenas un par de días era un maestro en eso de encontrar la tercera posición, la síntesis superadora, la respuesta política que alinea, invita y propone.
Juan Manuel Abal Medina, último delegado de Juan Domingo Perón, arquitecto y apoderado del Frejuli, dueño de una cuotaparte importante del histórico regreso y triunfo de Perón en 1973, fue también amigo personal del Viejo (tal ve el último que quedaba).
Y, como tal, sabiéndose portador de historias y secretos importantes para el peronismo y para la Patria, plasmó toda su historia, que es la de su familia, por su hermano Fernando, y la de una generación, por todos los jóvenes de clase media de familia antiperonista que desoyeron el prejuicio de sus mayores, en un maravilloso libro de memorias, en 2022.
Hoy, cuando los argentinos volvemos a coquetear con la tragedia, cuando el odio gorila amenaza otra vez con nublar la capacidad de decisión de quienes tienen en sus manos, por un ratito, la suerte de la principal líder del país, es oportuno revisitar «Conocer a Perón» como un drama en tres o actos.
Junio, siempre junio
El primer acto de ese drama que fue la primera etapa de los setenta ocurrre en un campo en la localidad bonaerense de Timote, partido de Carlos Tejedor. Montoneros hace su aparición pública con el secuestro de Aramburu, el 29 de mayo, día del ejército, y su cuerpo sin vida es hallado el 1ro de junio.
Aramburu fue fusilado para vengar varios crímenes: el bombardeo a la Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955, los fusilamientos de José León Suárez del 9 de junio de 1956 y el secuestro (o robo) del ccuerpo de Evita. Es decir que el drama tiene un momento cero, que es el retorno de la violencia política como no se había visto hasta ese momento del siglo XX, dato nunca suficientemente recordado.
El segundo acto del drama ocurre en la pizzería «La Rueda», en la localidad de William Morris, en el oeste del conurbano, hoy partido de Hurlingham, entonces Morón. Allí, en un enfrentamiento con la policía, caen abatidos Fernando Abal Medina y Gustavo Ramus, el 7 de septiembre del mismo año.
El entierro de Fernando será una movilización masiva, un hecho político de proporciones y la bienvenida de su hermano mayor, Juan Manuel, al peronismo. Allí comienza el periplo de Juan Manuel, que venía de una familia tradicional, nacionalista y católica, pero no peronista. Es el inicio de su recorrido heróico, con tan solo 25 años.
Juan Manuel va ganándose la confianza de Perón y el recelo de «la corte», a medida que adquiere responsabilidades políticas mayores. El 11 de marzo de 1973, la aplastante victoria de la fórmula Cámpora- Solano Lima, es el momento de la coronación. Después, todo será cuesta abajo.
Y todo termina de desmoronarse (¿cuándo sino?) en junio. El 20 de junio de 1973 se produce la masacre de Ezeiza, el punto de inflexión que anticipa la otra etapa de los setenta. Abal Medina y su amigo Rucci se miran, entre espantados e impotentes, pensando que la vuelta de Perón tal vez no alcance para evitar el drama, porque tal vez está demasiado cansado o, simplemente, algunos se pasaron dos pueblos.
Pero, para los que nos reconocemos como peronistas marechalianos, el libro contiene otra revelaicón maravillosa, que desmiente la imagen de un viejito recluido en su domicilio sobre avenida Rivadavia. Su casa era un punto caliente de la resistencia. Allí Marechal organizaba reuniones, presentaba gente y recomendaba lecturas.
Su última novela, «Megafón o la guerra», fue postumamente publicada. Marechal falleció el 26 de junio de 1970 y su libro vio la luz más de un mes después de la muerte de Aramburu.
Pero lo que cuenta el escritor es que Fernando fue uno de los pocos privilegiados que tuvo acceso al manuscrito. Esto habla, tanto de la confianza que depositaba el escritor en el fundador de Montoneros, como en la inspiración marechaliana del secuestro de Aramburu, ya que sus páginas contienen un episodio similar: la visita al general Bruno González Cabezón, a quien le piden cuentas por sus actos.
En las últimas horas, circuló por Whatsapp, a modo de despedida, un audio de Abal Medina. En casi tres minutos nos deja dos definiciones importantes. Nos recuerda que lo único permanente en la doctrina son las tres banderas (justicia social, independencia económica y soberanía política) y que debemos ser flexibles y creativos para materializarlas. También nos invita a hablar de futuro más que de pasado.
Es respetable la voluntad de su familia de despedirlo en la intimidad. De no mediar esa decisión, sus exequias hubieran tenido la misma dimensión política que las de su hermano, Fernando. Claro, estamos en junio.